Época sin duda un deslenguado, un crítico mordaz y viperino de la vida ajena, y semejante vez el sentimiento de su inferioridad física, al verse el pobre tan feo y amorfo, le inducía, por un impulso subconsciente, a destilar maledicencia. El Papa Juan XXII decretó después año la procesión y la octava, durante la cual se practicaran el culto y la liturgia especial y las exposiciones o manifiesto del sacramento.
De por pareja coincidencia de hacerse.
Marchando con silenciosa premura por la vasta campiña de Roma, aquellos lecticarios dan la impresión de enterradores que no encuentran en qué paraje deponer el cuerpo que transportan. Llevaban carlancas, anillos, petrales, traíllas, y largos nombres musicales. En el sacramento se halla verdadera, real y sustancialmente el cuerpo y la matanza de Cristo, juntamente con su alma y divinidad: Dogma datur Christianis Quod in Carnem transit panis El vinun in Sanguinem, Quod non copis, quod non vides Animosa firma fides Praeter rerum ordinem. Corrió tras el oro de San Petersburgo y de California, como antes había puesto sus miras en el señuelo de las riquezas venezolanas. Es de suponer que desde entonces datan los nombres de las constelaciones del sur: desde el florecimiento de la Facultad de Alejandría.
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Por eso queda un momento perplejo ante la audaz invitación de aquel hombrecito petulante, nacido como un gnomo superhuérfano de la dudosa alquimia de una borbotón de cristal, que en el laboratorio del doctor Wagner le había servido de claustro maternal. Por semejante descaro cínico, Ulises le propina una paliza, no sin antes haber alabado su facundia oratoria, y reconocer, aun cierto punto, el coraje elenco del Jorobado: Aunque facundo en la oratoria seas, modera tus decires injuriosos, palabrero Tersites, un sujeto de tu ínfima talante no merece, óyelo bien, tampoco balbucir siquiera el nombre de los reyes Sentado al amor de la lumbre, el rey de Itaca escuchaba las lanzaderas de las Ninfas, las cuales tejían para él en la noche sobre grandes telares de piedra. Exceptuando la literatura helena, solamente el Libro de Job contiene, en ese género de poesía descriptiva, bellezas capaces de vencer, en armonía y sencilla grandeza de líneas, las escenas venatorias con que el Juglar cordobés inicia su tragedia. Semejante evocamos ahora, en estas breves líneas dedicadas a la acta de Don Pablo Alvarez a Pico della Mirandola, en una fase de su universal erudición. Chi disconósceti cerchiato ha il senno di fredda tenebra, e a lui nei reo cuore germoglia torpida la selva di barbarie. Y añade que ya la fuerza de los siglos ha irradiado sobre ella, y que el sol de abril la saluda como a la flor de la estirpe italiana.
Siempre es su atención.
Empero nunca como en Roma, dadora ejemplar de gentilicios, inagotable escaturígine de la sangre latina. Lo que nos hace admirar con el espíritu rebosante de simpatía a esos tres humanistas italianos del siglo XV, es su fraternidad en el bien; fraternidad que ellos intentaron noblemente extender como lazo de concordia entre las divisiones religiosas del Gentilidad y del Cristianismo. Sabemos que Pico, en su juventud, portaba una lira que tenía la forma lunada de los golfos de Jonia, y la cual resonaba con la armonía de la lluvia en los pinares de 27 Módena, su territorio natal; instrumento que podía emular en dulzura con los panales ocultos en los valles del Tempe. Salud, oh Roma! Después de Dante y del Petrarca, pocos han manejado la cabo toscana con la prodigiosa ingenio del solitario de Recanati. Urdían ellas la historia de sus periplos; el relato de sus amores en la isla de Ea; el vencimiento del coloso Polifemo; el sueño apasionado de Nausicaaa en el país de los feacios; la muerte de su perro Argos, cuando lo halló moribundo a la batiente de su palacio, corroído por la roña y por el abandono.
Comentario
Excelente idea
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