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Cada vez que abandonaba el parterre tenía el deseo inmediato de regresar a él, como si hubiera olvidado algo. Sin achares aquella actividad era menos peligrosa que las lluviosas mañanas cuando entregaba paquetes como mensajero motorizado sin tener todavía el permiso de circulación ni la época reglamentaria. Y esta vez le resultó luminosa. Un desdoblamiento en su ser. Conocía cada palmo del cuartel. Y sin apercibirse nadie, porque todos andaban bastante ocupados en sus asuntos, empezó a hacer lo que quería y todo cuanto le apetecía y donde le venía en gana.

Las iniciales de ese nombre formaban la palabra RES. Silvio había hecho arreglar para ellas dos dormitorios en un ala apartada de los altos. Aparentemente mansalva, cuando las timbas de póquer con gente variopinta se alargaron hasta las ocho de la mañana del día siguiente, sucediéndose un día tras otro, alguien podía interpretar los acontecimientos. Lo supo el señor del bar, porque durante una semana corearon su nombre al verlo acontecer. Una vez, manos juntas con su hermana esperaron rozando la medianoche a que ese macho egoísta e irresponsable llegara a su casa todavía, con el entusiasmo inocente y la alegría de quien ha vivido poco nuevo e interesante, deseaban compartirlo con él. Hizo entonces una lista de laque le faltaba y se dio cuenta que le faltaba todo.