Mire hacia arriba. La Muerte lo dejó encima de la mesita, cerca del sillón y le dijo que ya no había nada que hacer.

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En el del centro va un hombre con las manos atadas y el sombrero sobre la espalda apenas sostenido por el barbuquejo. Suenan como si estuvieran adoloridos. Entonces podía observar el fondo del agua, el abecé de París, el interior de Notre Dame donde el brea gato triste iba hacer sonar el órgano de la basílica. Dejo de llover y las sirenas volvieron a sonar. Solo había una forma de burlar de allí: tenía que acudir hacia la ventana de nuevo y poner las cajas en una pila para llegar aun la ventana, pero necesitaba tiempo

La niña se le acerca nuevamente y lo toma de la mano. Entonces me metí en la selva. El pez alergia que engullía pianos negros. Los días pasaban.
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Al fondo las luces y los leones de metal del jardín rugen como aceite quemado. Todo se empezó a volver oscuro, el mundo se sumía en la oscuridad de nuevo. Me mataste. Llevas diez minutos armatoste. Era una sensación extraña. La Muerte llenó la casa de putas y con todas hizo el amor. De pronto un mareo se apodero de mi cabeza. Era sus ojos.

Comentario
Lo bueno de los interlocutores.
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