Para don Basilio, cuyos gustos literarios se habían aposentado en la edad de oro del bordón español, aquello era un disparate de dimensiones colosales, pero a la vista de la buena acogida que tenían las historias y del afecto que a su pesar me tenía, toleraba mis extravagancias y las atribuía a un exceso de cachondez juvenil.
Calibración de los dispositivos de prueba
Creo que es la oportunidad que estabas esperando. Fecha y lugar:Viernes, 19 de julio a las La pintura de las paredes pendía en jirones como piel de serpiente. Me constaba que Sempere conocía a algunos escritores que frecuentaban su administración y, por el cariño con el que manejaba aquel libro, pensé que a lo mejor el tal don Carlos época uno de ellos. Lamentablemente, el texto no había llegado a tiempo o, sospechaba yo, a don Basilio no le daba la real gana de publicarlo. Me arrancó el libro de las manos y lo tiró por la ventana.
Disponibilidad
Fingí una sonrisa despreocupada y negué. Al principio nadie supo quién era, porque no hablé durante casi una semana y cuando lo hice fue para gritar el nombre de mi artífice hasta perder la voz. Por espacio de casi un minuto permanecí allí, inmóvil. Para mí eran unos héroes heterodoxos, como todos los héroes de realidad. Desfile por el centro histórico de la ciudad. Posé mis manos en su espalda y recorrí aquella línea milagrosa que marcaba su columna. Sobre una mesa había todavía un mantel deshlachado, un servicio de banco y una bandeja con frutas y flores petrificadas. Bajé la mirada. Supongo que no le han dicho nada.
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