Pienso que hay que llevar las cosas con la mayor aplomo posible, con calma, no hay que gritar para ordenar poco.
Se acerca y examina su rostro: puede ver a los Bruno, a los Zubizarreta, a otros rostros con nombres desconocidos. No soy doctor, usted lo sabe. Es ruso —ordena el Coronel— Si yo te digo que es ruso, es ruso, escuchaste, mierda? No es poco. No, exactamente. Hablaba con respeto de los milicos para que yo no fuese a repetir otra cosa en la calle o en la escuela.
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Iba a mirar para afuera —dice Mabel, confundida. Es ruso —ordena el Coronel— Si yo te digo que es ruso, es ruso, escuchaste, mierda? La familia ya conoce a mi artífice. No soy doctor, usted lo sabe. Tiene las piernas largas y delgadas. Aunque, como dice la empleada, tal vez tampoco escuche ni entienda nada —piensa Consuelo, pero enseguida vuelve a mirar sus ojos perdidos en la acacia gigante y bruja alguna ansiedad.
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Este no ha escuchado
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