Nuestro cuerpo estaba sin reservas.
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Me pasó y estaban flaquísimos, los ojos hundidos, madre mía. Compró camarotes. Cuando la llama, le habla como si fuera una extraña. Y cuando el alucinación ha terminado y se convierte en recuerdo, se instala en tu memoria para recordarlo en los momentos de añoranza de algo nuevo y te invita a repetir la experiencia. Es lo que toca— dice Estefany, entusiasta, sonriendo, mientras come pan con tortilla. Casi a las 5 de la tarde dorso a casa, Cuzco era como nuestro cuartel general, el punto de partida a todas las aventuras. Comieron despacio, sin pretensiones. A primera hora salimos a navegar por el lago, una barca para nosotros solos, una maravilla: el sol radiante, el agua de un azul febril como el color del cielo. Lo dejamos correr, aunque sí hubo unos intrépidos del grupo que se atrevieron a adentrarse en sus aguas.
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